Tres semanas de encierro en Shanghai: «Sólo nos quedan tres tomates en la nevera»

Tres semanas de encierro en Shanghai: «Sólo nos quedan tres tomates en la nevera»

Unos 25 millones de personas están confinadas por la estrategia ‘Covid Zero’ de China, entre las críticas y la desesperación de la población

Un hombre mira su móvil en la terraza de su casa, en Shangai.AP

LUCAS DE LA CAL

Corresponsal en Asia


@LucasdelaCal

Actualizado Miércoles,
13
abril
2022

00:47

Asia Un confinamiento indefinido en Shanghai vigilado por drones: «Controle el deseo de libertad de su alma»

Los usuarios de Douyin, como se conoce a TikTok en mandarín, lanzaron el lunes su veredicto: Afei es el nuevo «buen vecino de China«. Después de su coronación, al hombre que acudió al rescate de su vecina hambrienta enviándole comida con un dron, ya le han dedicado un videoclip, una canción y el aplauso de miles de tiktokers.

En el thriller distópico que está viviendo Shanghai, la mega urbe que va por su tercera semana de confinamiento indefinido, también hay hueco para las cestas de la compra voladoras del buen vecino Afei. Cuando se enteró de que una mujer que vive en un bloque de pisos cercano al suyo se había quedado sin comida, decidió soltar su dron por la ventana cargado con un paquete de lechugas.

Eso fue el primer día. La mujer, que se comunicaba con Afei por WeChat, el hermano chino de WhatsApp, le dijo que tampoco tenía fruta. Y el buen vecino le envió pepinos y naranjas. Al tercer día, fueron unas bolas de arroz y pequeñas botellas con pastillas de vitamina C. El banquete llegó al cuarto día: Afei cocinó un pescado, medio kilo de perca al horno con especias, y le envió volando la mitad a su agradecida vecina.

Los drones como el de Afei se están convirtiendo en algunos barrios de Shanghai en un añadido más del paisaje urbano de la ciudad. Lo saben los residentes que salen por las noches a gritar contra el encierro y se encuentran en su ventana a un dron con un megáfono pidiéndoles que guarden silencio y que cumplan con las restricciones.

También los que abren la ventana a primera hora de la mañana para que un dron con un termómetro infrarrojo les escanee tomándoles la temperatura. Incluso, en los últimos días, algunos comités de barrio están probando drones que transportan a los hospitales las muestras de las pruebas PCR diarias que hacen en el vecindario.

Todo esto ocurre en una ciudad con más de 25 millones de personas encerradas en sus casas. La culpa la tiene la variante ómicron, que ha dejado en Shanghai más de 210.000 nuevos contagios de Covid desde el 1 de marzo en una urbe que, antes de esa fecha, era tierra prácticamente virgen para el virus. Ahora suma más casos que todo el país durante los dos últimos años.

China ha decidido ejecutar a lo grande en su centro económico su inmutable política de Covid cero. Se ha superado el libro de jugadas draconianas del primer brote de Wuhan. Y eso ha molestado a muchos ciudadanos, agrietando el apoyo casi unánime que había hasta ahora hacia la estrategia de Pekín.

Pocos entienden las polémicas imágenes de niños separados de sus padres porque han dado positivo. O el caso de la enfermera que murió por un ataque de asma a la que se le negó el ingreso a su propio hospital debido a las restricciones. O de la paciente que se sometía a quimioterapia en un hospital y murió mientras estaba en cuarentena. O de los abuelos enfermos a los que no les atienden en los centros médicos porque viven en comunidades donde se ha reportado algún caso positivo.

Tampoco comprenden por qué un funcionario apaleó a un perro hasta matarlo después de que sus dueños dieran positivo y fueran trasladados a uno de los muchos centros improvisados de cuarentena que se están habilitando en hoteles, centros de exposiciones y hospitales de campaña a las afueras. Allí se ayudan de cartones para que duerman los pacientes asintomáticos que no pueden cumplir la cuarentena en sus casas porque así lo dicta la política estatal.

Esta semana, las autoridades locales han asegurado que flexibilizarán los bloqueos en algunos barrios que pasen más de dos semanas seguidas sin reportar positivos. Eso permitirá a los vecinos moverse únicamente dentro de un área designada. Pero la medida no ha aliviado el pesimismo creciente, tanto que desde Estados Unidos han ordenado a su personal gubernamental que no sea de emergencia y a sus familias que abandonen la ciudad cuanto antes debido a la «aplicación arbitraria» de las restricciones por Covid-19.

Otra de las quejas compartidas en Shanghai es la falta de comida. Muchos residentes llevan días protestando porque se están quedando sin alimentos. Las reglas estrictas obligan a la gente confinada a hacer la compra en línea mediante una aplicación móvil. Pero la extensión del cierre ha colapsado los servicios de entrega y las webs de las tiendas de comestibles. Incluso ha ralentizado la distribución de las cestas con agua, verduras y huevos que se comprometieron a repartir las autoridades locales en cada barrio.

«Mi mujer, mi hijo de cuatro años y yo llevamos tres días comiendo fideos instantáneos. Un paquete entre los tres para comer y otro para cenar. La aplicación para pedir comida está colapsada y ya hemos acabado la cesta con las pocas verduras y frutas que nos dejó nuestro comité de nuestro barrio la semana pasada», denuncia Piero, un arquitecto italiano que vive en el distrito de Pudong.

Peor lo tiene el empresario español Gustavo y su mujer, una profesora china llamada Liang. «Para esta semana solo nos quedan tres tomates en la nevera. El encierro nos pilló por sorpresa, no nos dio tiempo a hacer acopio de alimentos y llevamos dos días esperando la compra que pedimos online», cuenta Gustavo.

Muchos residentes se han estado desahogando en Weibo, el Twitter chino, utilizando el hashtag «Comprando comestibles en Shanghai». Ha servido como un altavoz para todos aquellos que se habían quedado sin comida. Pero el hashtag fue borrado de la mano de una directriz de los funcionarios locales a las plataformas para que intensificaran sus esfuerzos para frenar la propagación de «información falsa y engañosa» sobre el brote. Eso generó más enfado de muchos usuarios que denunciaron la decisión como un intento de la plataforma de silenciar los comentarios negativos sobre la situación en Shanghai.

También han desaparecido algunos vídeos sin verificar de vecinos que saltaban al vacío desde las ventanas de sus apartamentos. Por ahora no ha habido ninguna forma de comprobar si los suicidios se han disparado durante el confinamiento.