Protestas en Perú | «Abrí mi tienda pero no entra casi nadie»: cómo la bulliciosa Lima quedó semiparalizada por el estado de emergencia decretado por Pedro Castillo

La capital peruana vive una jornada atípica tras la inesperada decisión del presidente.

Guillermo D. Olmo BBCgolmoCorresponsal de BBC News Mundo en Perú

17 minutos

Fuente de la imagen, Sebastián Castaneda

«Tengo abierto pero no entra la gente», se lamenta el empleado de una tienda de comestibles en la avenida Angamos de Lima.

Es uno de los muchos habitantes de Lima que no se enteraron a tiempo de que el presidente Pedro Castillo había decretado un estado de emergencia hasta la medianoche del martes en las provincias de Lima y Callao para frenar las protestas e incidentes en las que ha derivado la huelga del transporte iniciada la semana pasada en Perú.

Como resultado, Lima, una conurbación de más de 9,6 millones de habitantes habitualmente congestionada, era este martes una ciudad semiparalizada.

Al comenzar el día, muchos ni siquiera se habían enterado de la «inmovilización social obligatoria» anunciada por Castillo al filo de la medianoche anterior. «Cuando abrí la tienda, ni siquiera sabía que había estado de emergencia», comenta el tendero, que despachaba sin más inconveniente que la falta de público.

Los colegios, que empezaba a tomar ritmo con las clases presenciales después de meses a distancia por la pandemia, se vieron de repente forzados a suspenderlas. Las familias descubrieron que no había colegio cuando ya preparaban a los niños para marchar a la escuela.

En un mensaje compartido en las redes sociales, un padre mostraba su indignación al comprobar que la ruta escolar no iba a recoger esta mañana a su hijo: «Cuando pensabas que no podía embarrarla más, el gobierno hace esto… Encerrados a la fuerza.»

Sin transporte público, con solo unos pocos taxis circulando, muchos no tenían cómo llegar a sus centros de trabajo. Tampoco los trabajadores de los servicios esenciales, que se suponía que estaban exentos de la inmovilización social obligatoria que impone el decreto de Castillo.

Rosa, que no quiso dar su apellido, tuvo que pagar un alto precio a un taxi para llegar a la estación de servicio en la que trabaja en el distrito de Miraflores, habitualmente un hervidero de restaurantes y bares, todos cerrados este martes. «El taxista me advirtió que si encontraba un bloqueo, me dejaría botada donde estuviera».

Al final consiguió llegar, pero ahora no sabe cómo volverá a su casa en el populoso distrito de San Juan de Lurigancho. «La empresa tendrá que darnos solución», confió.

Fuente de la imagen, Paolo Aguilar

La línea 1 del metro de Lima, que al comenzar el día funcionaba y se había convertido en la única vía para algunos, echó el cierre al inicio de la mañana tras recibir una notificación del Ministerio de Transportes.

El mercado de Santa Anita, principal punto de abastecimiento de la ciudad, abrió sus puertas, pero los comerciantes se encontraron también allí con el problema de la falta de público.

Muchos tuvieron que rebajar los precios de sus productos perecederos para darles salida ante el temor de su deterioro.

El kilo de limones se acabó vendiendo por 2,50 soles, cuando habitualmente cuesta 3.

En casi todas partes, las conversaciones giraban en torno a los perjuicios que el estado de emergencia implica, especialmente para los muchos peruanos que trabajan en la economía informal.

Fuente de la imagen, Sebastián Castaneda.

Parado en una salida de la Vía Expresa, habitualmente congestionada pero casi desierta este martes, el adolescente venezolano Jesús Freitez lamentaba su suerte. Vive de lo que le dan los automovilistas por limpiar sus vidrios, pero hoy no pasa casi nadie. «Ni siquiera sabía que estábamos en estado de emergencia y la policía nos echa de allí donde intentamos colocarnos».

En Manchay y en otros puntos de la provincia de Lima se desplegaron efectivos militares y de la policía para mantener el orden.

Eso no bastó para desbloquear la carretera Panamericana Sur, donde según imágenes mostradas por Latina TV, automovilistas y transportistas seguían varados por las protestas a la altura de Ica.

Los lugareños se habían organizado para empezar a vender agua y alimentos a los conductores atrapados en el bloqueo. Algunos mataban el tiempo jugando al fútbol en el asfalto.

Fuente de la imagen, Reuters

El estado de emergencia de Castillo no había servido para levantar los bloqueos en ese y otros lugares del país.

En Lima, se preguntan cuánto tiempo se prolongará la situación.

Vecinos de las zonas de la Molina y San Borja iniciaron marchas de protesta, desafiando abiertamente la prohibición de abandonar el domicilio. Eran medio centenar que marchaban al grito de «libertad», sin que las fuerzas de seguridad les impidieran el paso.

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