Pedro Castillo profundiza las protestas sociales con sus errores políticos

Pedro Castillo profundiza las protestas sociales con sus errores políticos

América Latina El Congreso de Perú rechaza destituir al presidente Castillo

La crisis de Perú vive una nueva dimensión: ya no se trata sólo de un laberinto político. Las torpezas del presidente Pedro Castillo han echado más gasolina al fuego de las protestas sociales de sectores populares, tras una semana de presión de transportistas, camioneros, agricultores y ganaderos por el aumento de los precios de los combustibles y de los alimentos, en la que perdieron la vida cuatro personas.

El Gobierno tuvo que dar ayer marcha atrás tras decretar el toque de queda en Lima con la excusa de supuestos informes de Inteligencia sobre saqueos, que exacerbaron aún más los ánimos. La protesta nocturna en el centro de la capital para pedir la dimisión de Castillo, infiltrada por decenas de vándalos, se tornó en violenta y acabó con el ataques contra la sede de la Fiscalía y el Palacio de Justicia, además del saque de comercios.

«El decreto supremo fue la gota que derramó el vaso. Ha sido un descontento total de sentirse infringido de este derecho tan fundamental de salir y trabajar. Las cosas, cuando se hacen de esta manera, se hacen mal», criticó María del Carmen Alva, presidenta del Congreso. El propio presidente acudió al Parlamento a explicar la situación, pero no aportó más que generalidades en torno a que la invasión de Ucrania ha debilitado la economía peruana.

«Si nosotros fuéramos autoritarios, estas manifestaciones ni siquiera nacerían», se defendió el primer ministro, Aníbal Torres, en el centro de las críticas junto al presidente.

El nuevo error de cálculo del Gobierno inmovilizó la capital durante todo el día y trasladó a los peruanos 30 años atrás, cuando en la misma fecha el entonces presidente Alberto Fujimori encabezó un autogolpe de Estado para cerrar el Congreso, militarizó las calles y tomó por la fuerza las sedes de la Justicia.

El Gobierno ha tomado las primeras medidas para bajar los precios con la suspensión de distintos impuestos que gravaban gasolina y diésel, pero no parecen suficientes.

La verdad es que Castillo no ha disfrutado de un solo día de tranquilidad desde su acceso a la presidencia hace nueve meses. Primero fue el cerco de la oposición radical, que enarboló la bandera de un fraude electoral que nunca existió. Pero de inmediato comenzaron sus propios errores, uno tras otro hasta la actual tesitura.

Pese a ello, el maestro de Cajamarca ha logrado evitar dos procesos de impeachment en este tiempo, el último en marzo, cuando sólo 55 parlamentarios apoyaron su destitución, cuando son necesarios alcanzar los 87 votos.

La crisis interminable ha profundizado de nuevo los ataques contra Castillo pese a su reciente victoria en el Parlamento. «Ha demostrado que no puede gobernar, dé un paso al costado», le recomendó el ex presidente Martín Vizcarra.

«Castillo no tenía una protesta ciudadana en Lima, él mismo la generó con un disparate. Mañana sigue teniendo un paro de transportistas y un paro agrario. Su ineptitud política y de gestión no tiene precedente», resumió la analista Rosa María Palacios. «No puede seguir, seamos serios», concluyó el sociólogo Juan Luis Dammert.

Castillo, abanderado de Perú Libre (PL), partido de la izquierda radical, también ha protagonizado varios vaivenes ideológicos. Su primer gabinete estuvo presidido por el izquierdista Guido Bellido y el segundo por la más moderada Mirtha Vásquez, quienes precedieron al rápidamente destituido Héctor Valer, un tránsfuga de profesión política. El actual ‘premier’ es un hombre de confianza de su tierra natal.

«El Gobierno ha traicionado las promesas de cambio por las que el pueblo lo eligió», censuró la ex candidata presidencial Verónika Mendoza, ligada al Grupo de Puebla. Un desmarque de última hora que provocó de inmediato la censura del líder del PL, Vladimir Cerrón, principal defensor de las dictaduras latinoamericanas en el Perú: «Lo traicionó desde que usted se coló en el gobierno del PL, lavándole la cabeza al presidente, cumpliendo su papel de agente de la derecha».