La Unión Europea intenta alejar a China de Moscú, pero no logra ninguna garantía o compromiso

La Unión Europea intenta alejar a China de Moscú, pero no logra ninguna garantía o compromiso

«Ésta no era y no ha sido una cumbre como las demás». Lo han dicho este viernes el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, y la presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen, tras conversar de manera online durante unas horas con el presidente chino, Xi Jinping, y el primer ministro Li Keqiang, y lo llevaban avisando días todos los asesores, diplomáticos y funcionarios comunitarios. No lo era por el contexto (la guerra en Ucrania), por la posición de llegada y las prioridades de ambas partes, por la ausencia prevista de un comunicado o una comparecencia conjunta. Por el tono, mucho más sombrío que todas las últimas veces. Por los elementos crecientes de fricción, económicos y políticos. Pero sobre todo porque cada vez está más claro que ambos bloques hablan lenguajes muy diferentes y entenderse es cada vez más difícil.

El encuentro ha sido tenso. «Sobrio», en la palabra que ha escogido Von der Leyen para definir el ambiente. No han tratado siquiera de disimular las diferencias hablando de diálogos constructivos o fórmulas similares. «Las discusiones han sido francas y sinceras», aseguran, pero poco más. «La Cumbre China-UE se llevó a cabo con éxito. El primer ministro Li Keqiang y los presidentes evaluaron positivamente el progreso de la cooperación y acordaron celebrar diálogos de alto nivel sobre medio ambiente, comercio y digital lo antes posible», resumió en cambio el Ministerio de Exteriores asiático. «También intercambiaron puntos de vista sobre la crisis en Ucrania acordaron trabajar juntos para mantener la paz, la estabilidad y la prosperidad en el mundo», añadió este viernes Wang Lutong, el responsable de asuntos europeos.

Europa tenía un solo objetivo de cara a este encuentro al máximo nivel: atraer a China o al menos alejarla un poco de Moscú, lograr garantías o compromisos de que no ayudará militarmente a Rusia, que no aportará asistencia financiera adicional o medios para evitar las sanciones, y no lo ha logrado. «China tiene una responsabilidad muy especial como miembro del Consejo de Seguridad de la ONU. Nuestras sanciones son efectivas y más de 40 países en total se han unido a ellas. Hemos dejado muy claro que si China no las quiere apoyar, al menos no debería interferir con ellas de ninguna forma», ha espetado la alemana en resumen, una advertencia y probablemente una frustración también.

Pekín no se ha comprometido a nada. Llevan semanas jugando a dos bandas, ofreciendo el más fino tratamiento diplomático a las peticiones o exigencias europeas, pero sin prometer nada. «China y la UE deben comprometerse a gestionar la situación, evitar los efectos secundarios de la crisis y, en particular, mantener la estabilidad del sistema, las reglas y los cimientos de la economía mundial. Debemos contrarrestar la inestabilidad de la situación mundial con la estabilidad de las relaciones entre China y la UE, promover la globalización económica a través de la apertura y la cooperación, y enfrentar los desafíos globales con solidaridad y coordinación», se limitan a decir en Pekín, señalando que Rusia es un socio importante para ellos, como la UE.

Sin embargo, el trato con Europa es frío, distante, mientras que Xi y Putin, que se han visto en 38 ocasiones en los últimos años, dejan claro en la escenografía, los comunicados y el lenguaje su amistad y proximidad. La UE ha tirado de argumentos económicos, recordando que es la principal socia comercial de China, con casi el 15% de sus operaciones, que cada día se mueven entre ambas partes 2.000 millones de euros (por apenas 330 de comercio entre China y Rusia), pero de poco ha servido.

El principal problema es la guerra, pero no el único. Para la UE es la prioridad absoluta, casi la única, pero para China no. «Su primera, segunda y tercera prioridad es el Covid. Están cerrando Shanghai, hay brotes, van por detrás en ritmo de vacunación y hay dudas sobre la eficacia de sus vacunas. El presidente Xi no sale del país desde la pandemia y está pensando en el próximo Congreso del Partido. Tienen además una crisis inmobiliaria allí y del sector tecnológico. Está claro que estamos en órbitas diferentes», explica una alta fuente comunitaria. A partir de ahí, además, las diferencias de criterio, intereses y estrategia. Pekín está comprando y replicando a sus ciudadanos la narrativa rusa, que responsabiliza a EEUU y la OTAN del conflicto, haciendo casi inevitable que Moscú interviniera, según su versión. Además de repetir una y otra vez noticias falsas sobre laboratorios de armas químicas en Ucrania, por ejemplo.

Los líderes comunitarios han pedido un cambio, o al menos una neutralidad mucho más efectiva, pero la respuesta no ha llegado. Así que el tono ha subido. La comparecencia final no ha sido para elogiar los progresos, como en el pasado, ni para hablar de las oportunidades que se abren, sino más bien para enumerar la larga lista de problemas, discrepancias y agravios. «China debe acabar con las injustas medidas comerciales contra Ucrania, levantar las sanciones a eurodiputados, eliminar las discriminaciones a las empresas europeas y mejorar su acceso a su mercado y abordar las preocupaciones por los Derecho Humanos y la situación en Xingjian, Taiwan, Mongolia o Hong Kong», han señalado los europeos.

Hay ofertas para colaborar en las vacunas, el cambio climático, seguridad alimentaria, la zanahoria, pero sobre todo avisos o amenazas más o menos veladas. Sobre el «daño reputacional» o insistiendo en que las empresas europeas están tomando buena nota de lo que hace cada Gobierno, y ante la posibilidad de problemas en el futuro, estudiarán «las decisiones de inversión a largo plazo», una forma de decir que su ambigüedad ahora tendrá consecuencias directas. «Ningún europeo entendería ningún apoyo a la capacidad de Rusia de mantener la guerra. Al revés, sería un daño reputacional inmenso para China», ha dicho en varias ocasiones la presidenta de la Comisión.

Bruselas parte de una premisa: China a largo plazo quiere cambia el orden global, pero no todavía, porque no están listos. Así que es mejor generar lazos de dependencia fuertes, que hagan cualquier decisión peligrosa muy costosa. «La UE y China estamos de acuerdo en que la guerra amenaza la seguridad global, la economía mundial y la estabilidad y no está en nuestros intereses. Compartimos responsabilidad para trabajar por la paz y la estabilidad», ha dicho Michel en lo que parece más una aspiración que una realidad sobre el terreno.

Fuentes comunitarias señalan que sobre la mesa no estaba ni la posible expulsión de Rusia del G20, algo que ven poco realista bajo la Presidencia de Indonesia. Y tampoco, abiertamente, amenazas directas de sanciones o represalias si se demuestra que China está ayudando a Moscú a esquivar las sanciones. Bruselas entiende que los lazos comerciales sigan como hasta ahora, pero su definición de ayudar sería llenar los vacíos creados por la retirada occidental. «Comerciar sí, comerciar mucho más y beneficiarse, no», resumen en las instituciones. «Pero no tiene sentido llegar a estas cumbres con amenazas directas, no se hace así y no hace falta. Saben perfectamente nuestra posición», añaden.