La mujer que mató a su hija de cinco años y fingió su secuestro: «Vio los dibujos animados y después la golpeé con fuerza, como si fuese otra persona»

La mujer que mató a su hija de cinco años y fingió su secuestro: «Vio los dibujos animados y después la golpeé con fuerza, como si fuese otra persona»

Sucesos Una madre asesina a su hija de cinco años y trata de tapar el crimen fingiendo un rocambolesco secuestro

«Cuando golpeé a Elena tuve una fuerza que nunca había sentido antes. No recuerdo la reacción de la niña al golpearla, quizá se quedó quieta, tengo un recuerdo muy borroso». Así habla la italiana Martina Patti sobre cómo mató a su hija Elena, de cinco años. Patti, cuyo relato destaca por su frialdad, confesó ayer a las 12.50 horas en el cuartel de la comandancia provincial de los Carabinieri de Catania haber matado a la pequeña.

En el momento de la confesión parecía una madre totalmente diferente a la que 24 horas antes se había presentado entre lágrimas ante los carabinieri de su pueblo, Mascalucia, para denunciar que su hija había sido secuestrada por tres hombres armados y encapuchados -lo que después se supo que era una estrategia para intentar tapar el crimen que había cometido-.

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Martina Patti, de 23 años, era una mujer aparentemente normal. Asistía a la Facultad de Ciencias de la Enfermería de Mesina pero su confesión inicial estaba llena de incongruencias. En un primer lugar aseguraba que habían secuestrado a la pequeña mientras volvía a casa con ella de la guardería, pero la realidad era otra. Le había asestado siete puñaladas en el cuello y la espalda y después había guardado el cuerpo de la pequeña en cinco bolsas de plástico, una dentro de otra, como si fuese una macabra matrioska. Después, había echado tierra encima para intentar ocultarla.

«Cuando recogí a mi hija de la guardería fuimos a casa», dice. La pequeña quería comer un pudin y después se puso a ver dibujos animados en su móvil, según cuenta. «Mientras tanto yo estaba planchando. Por la noche teníamos que haber ido a casa de un amigo por su cumpleaños, Elena estaba feliz», recuerda. Pero ella ya tenía en mente el plan de matar a la niña. «No recuerdo si me llevé algún objeto de casa. Eran las 14.30 horas y nos dirigimos hacia el campo que indiqué a los carabinieri. Era la primera vez que llevaba a la niña a aquel campo… tengo en mi mente la imagen del cuchillo, pero no recuerdo de dónde lo saqué y tampoco recuerdo haber hecho daño a la niña, sólo recuerdo haber llorado mucho», desvela.

Con un aire ausente, Patti reconstruyó ante los carabinieri lo que pasó después del crimen y cómo llegó a fingir el secuestro ficticio. «Quizás me di cuenta de que la niña estaba muerta y no sabía qué hacer. Inmediatamente llamé al padre de Elena, pero estaba tan agitada que no entendía lo que decía, así que me fui a casa de mis padres. Estaba muy confundida y lo que había pasado no me parecía real«, cuenta.

Los investigadores la presionaron pero ella se mostró evasiva. «No recuerdo dónde puse el cuchillo. Antes de ir a casa de mis padres me cambié de ropa, pero la ropa que llevaba cuando estaba con la niña no estaba manchada de sangre, sólo tenía los brazos manchados y recuerdo haber llorado mucho… Cuando me encontré con mis padres y con Alessandro [su ex pareja] me inventé la historia de que nos habían retenido y habían secuestrado a la niña, aprovechando la historia de unas amenazas que había recibido Alessandro», recuerda. Y es que hace algún tiempo el joven recibió una nota en la que se le amenazaba a él y a la niña. Un detalle que en la mente de Martina habría hecho creíble la idea del secuestro, vinculándolo de paso a los antiguos antecedentes penales del padre de la niña.

La mujer es muy evasiva sobre el ocultamiento del cadáver: «No recuerdo haber enterrado a la niña, pero seguramente fui yo». Y después da paso a la parte más escalofriante del relato: «No recuerdo qué pasó por mi mente cuando golpeé a mi hija, de hecho, puedo decir que no me pasó ningún pensamiento por la cabeza, era como si fuera una persona distinta en ese momento». Fue tras un interrogatorio nocturno cuando Martina confesó el crimen por primera vez. «Cuando salíamos del cuartel camino a casa empecé a contarle a mi padre la verdad, aunque con dificultad y con el temor de que se sintiera mal», concluye.