La locomotora alemana vuelve a tirar del turismo: «Hemos tenido que subir precios pero los turistas no se quejan»

La flota de coches de alquiler no da abasto y las aerolíneas alemanas ponen aviones más grandes Leer

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Mika y Anja han vuelto a Mallorca por Semana Santa. Pasean bajo su paraguas por una de las mecas del turismo alemán en España: Playa de Palma.

Afrontan con resignación la primera mañana lluviosa de sus vacaciones, un miércoles húmedo y plomizo. «Hoy daremos una vuelta y ya mejorará el tiempo para que el fin de semana podamos ir a la playa; hemos venido muchas veces, incluso en pandemia». Este año reservaron su viaje sin dudar. Han volado desde Colonia, su ciudad de origen, desde un país que emitirá estas vacaciones más de 40.000 turistas hacia las Baleares.

La locomotora alemana ha vuelto a tirar del turismo en el archipiélago, la región española (junto con Tenerife) donde más ha crecido la ocupación hotelera, según las cifras difundidas por el Gobierno de Pedro Sánchez, que puso a las Baleares como ejemplo de las buenas expectativas del sector.

No es para menos. En Mallorca, la activación de la planta hotelera se sitúa ya en el 85%, cinco veces más que en 2021, cifra propia de los años previos a la sacudida del coronavirus. En Palma llegará al 88% este fin de semana. «Las reservas se ralentizaron algo con la guerra de Ucrania por la precaución que cundió entre los turistas, pero no hubo apenas cancelaciones», explica Javier Vich, hotelero y presidente de la Asociación Hotelera de Palma.

Y es que la escalada de precios por la inflación y la incertidumbre de la guerra no han disuadido a los turistas. Llegan estos días en oleadas a Baleares, lo que ha obligado a la principal aerolínea alemana, el Grupo Lufthansa, a anunciar que programará aviones con mayor capacidad, el Boing 747-8 y el Airbus A350, modelos usados en vuelos intercontinentales, para más de 320 pasajeros. En 2021 hubo 1.630 vuelos a las Islas en Pascua. Este año aterrizarán o despegarán 3.934 aviones en siete días.

«Los precios de toda la carta han subido pero de momento nadie se ha quejado», explica Ina, camarera de una emblemática cervecería de la Playa de Palma, un templo para los turistas más animados donde el precio de una pinta de cerveza ha escalado hasta los cinco euros y medio. «Todos los costes se han incrementado y por eso también han subido los precios», explican comerciantes y restauradores de la zona. A mediodía, la clientela se despereza del todo y se lanza a trasegar ya las primeras jarras del día. Si llueve, como ocurría ayer, nada como el refugio de un bar en primera línea.

Es precisamente el carácter de «destino refugio» la imagen intenta reforzar la patronal hotelera. No sólo como destino seguro en un escenario azotado antes por la pandemia y ahora por la incertidumbre bélica. También por el auge del turismo de lujo, un fenómeno creciente en el archipiélago, convertido en santuario de grandes fortunas. «La demanda de este tipo de turismo de alto poder adquisitivo empezó a crecer el año pasado y sigue al alza», apuntan desde la Federación Hotelera de Mallorca. En Palma, la ocupación de hoteles de cinco estrellas es del 100% estos días.

El aluvión de turistas colapsó ayer las calles de Palma y las principales arterias de la ciudad, especialmente por la mala climatología. Es lo que en jerga local se ha bautizado como ‘operación nube’, la saturación habitual que se produce en la ciudad cuando hace mal tiempo para ir a las playas, algo que no se veía a estos mismos niveles desde los veranos previos a la pandemia. La flota de coches de alquiler ha sido reducida en los dos últimos años por el reajuste del mercado. Por ello, estos días cuesta encontrar un coche de alquiler libre.

Pero no todos los empresarios del sector turístico hinchan el globo con la misma ligereza. «No nos podemos quejar, porque venimos de donde venimos», admite Jaume Horrach, presidente de una asociación de hoteleros de las playas del norte de la Isla. «Pero tampoco es para tirar tantos cohetes», matiza. «Es un reinicio y lo vemos con positividad pero hay que tener cautela».

Según indica, el comportamiento de los turistas ha cambiado, ahora se imponen las reservas «de ultimísima hora» y el escenario es mucho más volátil. Las reservas para mayo no acaban de arrancar.

Para Antoni Riera, catedrático de Economía Aplicada de la Universidad de las Islas Baleares, el efecto de la inflación sobre el turismo no será perceptible este verano pero sí puede ser negativo a medio plazo. «La inflación afecta a la decisión de viajar o no entre las personas que pierden poder adquisitivo en los mercados emisores». En su opinión, no resta competitividad al destino porque el turista asume que los precios han subido de forma generalizada, pero sí puede provocar una reducción del gasto en el lugar, lo que daña el tejido empresarial que crece al calor del turismo. «Estamos menos expuestos que otros países europeos, pero no vamos a salir indemnes«.

Además, la inflación tiene un efecto directo sobre la rentabilidad. Para muchos de los negocios del sector la inflación ha coincidido con la época de aprovisionamiento, «lo que incidirá negativamente y de forma directa en su cuenta de resultados».