«La batalla por Donbás será larga y sangrienta, más parecida a maniobras de la Segunda Guerra Mundial que a lo que ocurrió en Kiev»

Durante ocho años, Ucrania y Rusia se han estado enfrentado en Donbás. Ahora el escenario está preparado para una confrontación crucial en esa región.

Frank Ledwidge The Conversation *

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No habrá acuerdos de paz, cese del fuego ni rendiciones en Ucrania.

Los próximos dos meses traerán lo que los funcionarios de defensa de Estados Unidos han llamado «una pelea con cuchillos» en el área que el ejército ucraniano llama «La Operación de Fuerzas Conjuntas» (JFO, por sus siglas en inglés).

Es la región que se conoce como Donbás.

Durante ocho años, los dos bandos han luchado allí, en un esecenario en el que elementos del ejército regular ruso se complementa con unidades separatistas.

Ahora, después de la derrota en Kiev, las fuerzas rusas se están redistribuyendo en la región para enfrentarse a las mejores y más experimentadas unidades de Ucrania.

Las batallas que vienen se parecerán más a las batallas de maniobras de la Segunda Guerra Mundial que a las que se libraron en las ciudades de Kiev, Mariúpol y Sumy en las seis semanas que ha durado la guerra hasta ahora.

No obstante, es poco probable que los rusos triunfen.

Después de su reciente derrota en el norte, Rusia ha llevado a cabo algunos cambios significativos.

Lo más importante es que se ha nombrado a un comandante general.

La importancia de esto no es la identidad o la experiencia individual del coronel general Alexander Dvornikov, sino el hecho de que los rusos tendrán un oficial de comando para coordinar e intentar lograr un solo objetivo operativo enfocado y aparentemente realista, en lugar de tres objetivos separados que compiten entre sí en el norte, el sur y el este.

Rusia está tratando desesperadamente de reemplazar sus considerables pérdidas, hasta del 20% de su fuerza.

Los nuevos esfuerzos harán poca diferencia. Los soldados y las reservas reactivadas que se convocaron recientemente no estarán listas hasta dentro de meses.

No obstante, la fuerza que los rusos acumularán será formidable, y con líneas de suministro más cortas y mejor establecidas en Rusia, es posible que puedan evitar algunos de los espantosos errores que han caracterizado su guerra hasta ahora.

Igualmente importante, en teoría, es que deberían poder usar su fuerza aérea con mayor efecto, estando más cerca de sus bases y del área cobertura de su defensa aérea.

Pero los acontecimientos recientes han demostrado que la teoría es una mala guía de lo que pueden lograr las defensas aéreas ucranianas.

Al final, el ejército ruso siempre ha sido y sigue siendo muy fuerte en artillería, el arma que ellos llaman «el Dios Rojo de la Guerra».

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Batallas de bolsas

En este tipo de batallas las fuerzas se lanzan contra los defensores ucranianos desplegados en varios puntos sobresalientes o «bultos», que son áreas rodeadas por por separatistas respaldados por Rusia.

A lo largo de la historia militar, estas batallas han ofrecido la posibilidad de atrapar a las fuerzas enemigas en «bolsillos».

Los historiadores militares recordarán el Saliente de Ypres (1914-1918), Verdún (1916), Kursk (1943) y, por supuesto, la Batalla de las Ardenas (1944-45) como los ejemplos más destacados de esto.

Los rusos buscarán sondear y atravesar las defensas ucranianas, rodear esos salientes, atrapar a los ucranianos y aniquilarlos utilizando sus ventajas en el poder aéreo y de artillería, o al menos obligarlos a retirarse.

Las tropas separatistas respaldadas por Rusia llevaron a cabo con éxito una operación de este tipo en una escala relativamente pequeña en la Batalla de Debaltseve en febrero de 2015, donde se utilizó la artillería con efectos devastadores.

Los analistas militares estadounidenses informan que esperan que las posiciones ucranianas en el Saliente de Severodonetsk, y especialmente alrededor de la ciudad de Sloviansk, sean los objetivos iniciales de un intento de cerco por parte de Rusia, con un eventual ataque a la ciudad de Dnipró, un importante centro de comunicaciones y carreteras, para asegurar toda la región al este del río Dneieper.

Todo esto es muy bien conocido por el comandante ucraniano, el general Valerii Zaluzhnyi y su estado mayor.

Los rusos quieren batallas rápidas de aniquilación. Lo que obtendrán es una guerra de desgaste.

Por su amarga experiencia, los comandantes ucranianos entienden completamente los riesgos de estar rodeados.

Han demostrado las cualidades de agilidad e innovación táctica requeridas para este tipo de batalla.

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Aún mejor, saben lo que viene. El reconocimiento y la vigilancia aérea y espacial de la OTAN, así como las propias capacidades de inteligencia de Ucrania, garantizarán que no haya ataques sorpresa.

¿Una guerra larga?

Con una asistencia occidental continua y creciente, Ucrania debería ser capaz de sostener una guerra larga mejor que los rusos.

La asistencia de la OTAN será vital para reafirmar las unidades blindadas de los defensores, dándoles una oportunidad mucho mayor de contraatacar y recuperar terreno.

Sin embargo, mantener cierto nivel de control del aire es el factor más importante, razón por la cual retener y fortalecer las defensas antimisiles antiaéreos es una prioridad absoluta.

A pesar de las ventajas de Rusia en tecnología y equipo, las fuerzas ucranianas continuarán explotando las debilidades agudas y crónicas de Rusia en logística y suministro.

Finalmente, una de las reglas más firmes de la guerra es que un atacante exitoso debería disfrutar de una superioridad de tres a uno.

La fuerza mermada de Rusia no tiene ni de lejos esa superioridad. Hay excepciones a esta regla general de tres a uno, como la Guerra del Golfo de 1991, donde una coalición liderada por Estados Unidos bien dirigida y equipada aniquiló a un ejército iraquí más grande y experimentado en combate.

En tales casos, los atacantes compensaron con creces la falta relativa de cantidad con calidad en el entrenamiento, la planificación y los componentes morales cruciales de cohesión y motivación.

En las batallas de primavera de 2022, son los defensores, no los atacantes, quienes están en abundante posesión de esos factores contra un ejército ruso acosado por problemas crónicos de corrupción endémica, profesionalismo y entrenamiento que los ha vuelto aparentemente incapaces de realizar operaciones complejas.

Estos problemas no van a desaparecer y no se resolverán con un cambio de mando o enfoque operativo.

Sobre todo, los estragos infligidos por las fuerzas armadas ucranianas han reducido su mano de obra, equipo y moral.

La próxima batalla comenzará dentro de las próximas dos semanas. Intentar predecir su curso preciso es en última instancia inútil, ni siquiera los generales enfrentados lo saben.

Bien puede ser que el destino del ejército ruso ya esté sellado en lo que probablemente sea una larga guerra.

La única reserva para esto puede ser que Rusia opte por una escalada usando «armas de destrucción masiva» de una forma u otra, ya sean ojivas nucleares tácticas o armas químicas.

Los informes de Mariúpol de que los rusos ya pudieron haberlas usado, si se prueban, mostrarían que Rusia está preparada para recurrir a algo aún más serio si temen una humillación militar completa en Ucrania.

* Frank Ledwidge es catedrático de estrategia y ley militar de la Universidad de Portsmouth, Inglaterra. Este artículo apareció en The Conversation. Puedes leer la versión original aquí.

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