El gasoducto urgente que pide Sánchez tardaría más de tres años en estar operativo

El alza de costes en la construcción elevaría notablemente la inversión frente al proyecto original Leer

El gasoducto urgente que pide Sánchez tardaría más de tres años en estar operativo

El alza de costes en la construcción elevaría notablemente la inversión frente al proyecto original Leer

España tardaría más de tres en años en comenzar a enviar gas a Europa a través del gasoducto MidCat, el proyecto abandonado hace años por el Gobierno y que la actual crisis energética obliga a reflotar como alternativa al gas ruso.

Tras rechazar impulsarlo hace tres años, el Gobierno busca ahora su aprobación urgente por parte de Bruselas para convertirse en intermediario energético del gas africano para Francia y el resto de socios europeos. El problema es que hoy en día el plan para desarrollar esta infraestructura está totalmente abandonado y su resurrección implicaría plazos largos por mucho que la Unión Europea estuviera dispuesta a agilizarlo, explican fuentes del sector gasista.

En primer lugar, sacar el proyecto del cajón requeriría hacer ajustes para acoplarlo a la situación actual. Lo primero sería revisar su coste, que inicialmente rondaba los 470 millones de euros pero ahora sería muy superior por el coste de los materiales y la propia energía. En segundo lugar, la normativa medioambiental en España se ha endurecido en los últimos años, especialmente en Cataluña, donde han llegado a tumbarse proyectos de la magnitud de la ampliación del aeropuerto de El Prat por su impacto en el entorno. En el caso del Midcat, sólo su anuncio conllevó en su momento una fuerte contestación por parte de asociaciones ecológicas.

Una vez actualizado el proyecto, llegaría el momento de iniciar su tramitación en Madrid, París y Bruselas. Si el proyecto fuera catalogado ahora como urgente por parte de la Comisión Europea se acortarían todos los plazos para la obtención de la financiación necesaria para llevarlo a cabo, pero en el sector del gas dudan de que este proceso pudiera resolverse en menos de un año.

Finalmente, la tercera fase incluiría la propia construcción de la infraestructura y la fase de pruebas antes del inicio de la operación a pleno rendimiento. Aquí España lleva ventaja porque el tramo a construir sería de apenas 100 kilómetros, pero en todo caso se dependería de la voluntad francesa. Las obras durarían como mínimo otros dos años.

«Estaríamos hablando de un periodo mínimo de entre tres y cuatro años siempre en el mejor escenario», explican en el sector. Estos plazos llevarían a que este gasoducto no suponga ningún alivio de cara al más urgente de los problemas que encaran los países europeos en este momento: garantizar la calefacción de sus ciudadanos de cara al próximo invierno. No obstante, la infraestructura sigue siendo clave para diversificar las fuentes de suministro y lograr la desconexión con Rusia, que actualmente distribuye un 38% del gas que se consume en Europa.

La actual crisis energética ha obligado al Gobierno a cambiar su visión sobre el gas, hasta hace unos meses un combustible desplazado a un plano secundario dentro de la carrera ecológica impulsada por Ribera. España y la Unión Europea han proyectado un horizonte a medio plazo en el que gas no juegue un papel determinante en el mercado energético. Y en este contexto, las autoridades regulatorias de España y Francia consideraron entonces que construir un nuevo tubo de gas no tenía sentido económico para sus consumidores. «Sólo tendría sentido en un escenario con un mercado ajustado en lo referente al gas natural licuado», decía el informe de la consultora independiente que evaluó el proyecto. Se trata del actual escenario, en el que el precio internacional del gas ha saltado de 18 a 98 euros por megavatio hora en apenas un año.

Mientras en España el Gobierno sigue buscando soluciones creativas a la crisis energética sin desvelar sus cartas, otros países como Italia o Alemania han entrado en la carrera por la búsqueda de gas alternativo a Putin con el que reducir su enorme dependencia del gigante ruso. El nuevo canciller Olaf Scholz ha dado orden para acelerar la construcción de dos nuevas regasificadoras en el país con las que atraer gas catarí o de EEUU, mientras que el primer ministro italiano, Mario Draghi, ha anunciado esta semana que comprará dos regasificadoras flotantes. Este movimiento va acompañado de un acercamiento al gobierno argelino en plena crisis diplomática de éste último con España por el cambio de postura de Sánchez en el Sahara.